sábado, 8 de febrero de 2014

El tiempo es arena en tus manos (24 de Enero de 2014)

Hace justo 3 meses que la distancia nos separa… 3 meses!!! Ese mismo tiempo estuve de estancia en Estocolmo, en 2011 y se me hicieron eternos. Sin embargo, ahora los días se me escapan entre los dedos.
A finales de octubre dejamos nuestro piso de alquiler, el que ya era nuestro hogar, nuestro primer hogar… y en el que fuimos tan felices. Todas nuestras cosas quedaron repartidas entre Algeciras, Jaén y Málaga, donde viven mis padres, y yo volví a convivir con mamá, papá y mi hermano Rubén (que ya no es tan pequeño, pero que para mí nunca terminará de crecer). A estos hay que sumarles la presencia esporádica de mi abuelo y la visita cuasi diaria de la novia de mi hermano, Paula alias “la inquilina”. Y pasé de vivir prácticamente sola (o con Pablo cuando no tenía campañas y/o trabajo en otra ciudad) en un piso de tres habitaciones, donde yo hacía y disponía básicamente lo que me daba la gana, a convivir con entre tres y cinco personas. Si a eso le sumamos la ausencia de Pablo y el final de mi tesis, el cóctel es mortal de necesidad.
A pesar de todo tengo que decir que este tiempo de vuelta a mis orígenes no ha ido mal, y los miles de kilómetros que me separan de Pablo encogen gracias a Skype, Whatsapp, Line y demás (mi más sincero agradecimiento a quien los inventó). Sin embargo el trabajo se ha intensificado enormemente en estos meses, tanto que no he tenido tiempo/ganas de escribir en el blog hasta hoy, que voy en el avión de camino a Aberdeen a visitar a Pablo. Supongo que era cuestión de tiempo llegar a este punto en el que no tengo un minuto ni para mirarme al espejo, en el que las ojeras son mis compañeras día tras día y encontrar un hueco para un café es misión imposible (Ana y Toti, tengo muchas ganas de ver a vuestros bebés, espero que me perdonéis por esta ausencia y mi falta de ejercicio como tita postiza). A pesar de todo, reconozco que mi vida sería un completo desastre si mi madre, que es un sol y se desvive por hacerme la vida más fácil, no estuviera ayudándome en todo lo que puede. Esos “taper” maravillosos le alegran la vida a cualquiera y no tener que ocuparme más que de trabajar me libera de mucho estrés. No sé qué haría sin ella.
Supongo que cuando se está tan cansado de trabajar, pensar, calcular, leer y escribir, hay tres opciones posibles para no mandar la tesis y los “papers” a freír espárragos: a) duermes tanto como puedas para estar fresco al día siguiente y poder rendir al máximo; b) te emborrachas para olvidar lo desgraciada que es tu vida, y que estás desperdiciando tu juventud por algo que probablemente no te sirva de mucho en el futuro a menos que quieras seguir en la carrera investigadora; c) buscas huecos (es decir, te quitas de dormir) para hacer algo que te guste mucho mucho y que te ayude a superar los momentos de desesperación. Quizá la opción más acertada y que denotaría un nivel de responsabilidad mayor sería la a), sin embargo yo he optado por la c) y busco cualquier momento para hacer algo que me devuelve las ganas de seguir adelante a pesar de las dificultades: bailar!! Hacía años que había dejado las clases de baile pero hace un par de meses las retomé y me ha hecho recordar lo que es sentirse completamente feliz durante el par de minutos que dura una canción.
En resumen, mi vida en los últimos tiempos se resumen en cuatro palabras: tesis, Skype, bailar, dormir. Tanta actividad no me deja tiempo para nada… y a veces siento que se me escapa la vida sin la menor posibilidad de retenerla, vivirla y disfrutarla a fuego lento y que soy una mera espectadora de los acontecimientos que se suceden en ella, sin opciones para reflexionar sobre si es esto lo que realmente quiero y me hace feliz… Pero supongo que el día en que firmé mi contrato pre-doctoral por cuatro años, también me estaba comprometiendo con una vida llena de incertidumbres, altibajos y mucho esfuerzo… Y la eterna pregunta… ¿cuándo lees?... y la eterna respuesta… no lo sé.