Hace justo 3 meses que la
distancia nos separa… 3 meses!!! Ese mismo tiempo estuve de estancia en
Estocolmo, en 2011 y se me hicieron eternos. Sin embargo, ahora los días se me
escapan entre los dedos.
A finales de octubre
dejamos nuestro piso de alquiler, el que ya era nuestro hogar, nuestro primer
hogar… y en el que fuimos tan felices. Todas nuestras cosas quedaron
repartidas entre Algeciras, Jaén y
Málaga, donde viven mis padres, y yo volví a convivir con mamá, papá y mi hermano
Rubén (que ya no es tan pequeño, pero que para mí nunca terminará de crecer). A
estos hay que sumarles la presencia esporádica de mi abuelo y la visita cuasi
diaria de la novia de mi hermano, Paula alias “la inquilina”. Y pasé de vivir
prácticamente sola (o con Pablo cuando no tenía campañas y/o trabajo en otra
ciudad) en un piso de tres habitaciones, donde yo hacía y disponía básicamente
lo que me daba la gana, a convivir con entre tres y cinco personas. Si a eso le
sumamos la ausencia de Pablo y el final de mi tesis, el cóctel es mortal de
necesidad.
A pesar de todo tengo que
decir que este tiempo de vuelta a mis orígenes no ha ido mal, y los miles de
kilómetros que me separan de Pablo encogen gracias a Skype, Whatsapp, Line y
demás (mi más sincero agradecimiento a quien los inventó). Sin embargo el
trabajo se ha intensificado enormemente en estos meses, tanto que no he tenido
tiempo/ganas de escribir en el blog hasta hoy, que voy en el avión de camino a
Aberdeen a visitar a Pablo. Supongo que era cuestión de tiempo llegar a este
punto en el que no tengo un minuto ni para mirarme al espejo, en el que las
ojeras son mis compañeras día tras día y encontrar un hueco para un café es
misión imposible (Ana y Toti, tengo muchas ganas de ver a vuestros bebés,
espero que me perdonéis por esta ausencia y mi falta de ejercicio como tita
postiza). A pesar de todo, reconozco que mi vida sería un completo desastre si
mi madre, que es un sol y se desvive por hacerme la vida más fácil, no
estuviera ayudándome en todo lo que puede. Esos “taper” maravillosos le alegran
la vida a cualquiera y no tener que ocuparme más que de trabajar me libera de
mucho estrés. No sé qué haría sin ella.
Supongo que cuando se
está tan cansado de trabajar, pensar, calcular, leer y escribir, hay tres
opciones posibles para no mandar la tesis y los “papers” a freír espárragos: a)
duermes tanto como puedas para estar fresco al día siguiente y poder rendir al
máximo; b) te emborrachas para olvidar lo desgraciada que es tu vida, y que
estás desperdiciando tu juventud por algo que probablemente no te sirva de
mucho en el futuro a menos que quieras seguir en la carrera investigadora; c)
buscas huecos (es decir, te quitas de dormir) para hacer algo que te guste
mucho mucho y que te ayude a superar los momentos de desesperación. Quizá la
opción más acertada y que denotaría un nivel de responsabilidad mayor sería la
a), sin embargo yo he optado por la c) y busco cualquier momento para hacer
algo que me devuelve las ganas de seguir adelante a pesar de las dificultades:
bailar!! Hacía años que había dejado las clases de baile pero hace un par de meses
las retomé y me ha hecho recordar lo que es sentirse completamente feliz
durante el par de minutos que dura una canción.
En resumen, mi vida en
los últimos tiempos se resumen en cuatro palabras: tesis, Skype, bailar,
dormir. Tanta actividad no me deja tiempo para nada… y a veces siento que se me
escapa la vida sin la menor posibilidad de retenerla, vivirla y disfrutarla a
fuego lento y que soy una mera espectadora de los acontecimientos que se
suceden en ella, sin opciones para reflexionar sobre si es esto lo que realmente
quiero y me hace feliz… Pero supongo que el día en que firmé mi contrato pre-doctoral
por cuatro años, también me estaba comprometiendo con una vida llena de
incertidumbres, altibajos y mucho esfuerzo… Y la eterna pregunta… ¿cuándo
lees?... y la eterna respuesta… no lo sé.