Hace unos meses, cuando iba de camino a Edimburgo me pasó algo inesperado. Hoy puedo contarlo entre risas pero en el momento en el que sucedió casi me da un infarto. Como de costumbre llegué con bastante antelación al aeropuerto. Creo que es el único lugar al que soy capaz de llegar con antelación, quizá porque me horroriza la idea de perder un vuelo. El caso es que la mañana transcurría con normalidad. Embarcamos con puntualidad británica y me senté en mi asiento, fila 2 (qué afortunada) al lado de la ventana (la suerte me sonríe). Como es un vuelo de tres horas me gusta tener el equipaje a mano para sacar el portátil o algún libro, e ir entretenida, por lo que coloqué mi mochila debajo del asiento delantero. Todo iba bien. Ya estaba situada y aún quedaba gente por embarcar. Era el momento ideal para sacar el "taper" de sandía que me había preparado mi madre con tanto amor. Estaba buenísima y algunos de los "guiris" sentados a mi alrededor me miraban con cara de... mmm qué bueno ahora un poquito de sandía. Para que mi madre viera lo contenta que estaba le escribí un mensaje "whatsapp" con la correspondiente foto de la sandía. La estampa era la siguiente: en la mano izquierda sujetaba el "taper" mientras con la derecha escribía... "muchas gracias mami por la sandía, está buení...." clon, clon, clon!!! Antes de que pudiera reaccionar, el móvil desapareció de mi vista. Primero chocó contra la mochila, luego contra la pared del avión y de ahí al suelo, donde le perdí la pista. Me levanté e hice levantarse al matrimonio que iba a mi lado. Me agaché, pero ni rastro del móvil. Entonces descubrí una rendija entre la "pared" del avión y el suelo, metí la mano y me di cuenta de que era más profundo de lo que esperaba. Llegados a este punto decidí avisar a la azafata. Cuando le conté el incidente y el pequeño detalle de que el móvil estaba encendido cambió el semblante de su cara. Con su acento escocés de Glasgow (o sea, como un acento español de Álora, con todo mi respeto hacia ese estupendo pueblo y sus gentes) me dijo que intentara encontrarlo mientras llamaban a la azafata de tierra, una chica española muy agradable que cuando me vio con cara de "ay señor por qué a mí??", me dijo: "Tranquila, estas cosas pasan muy a menudo". Después de media hora de deliberaciones decidieron junto con el piloto que una vez aterrizados en Edimburgo tratarían de levantar el suelo del avión para recuperar mi teléfono. Las tres horas de vuelo fueron interminables y no por el teléfono en sí, sino porque el no poder recuperarlo significaba varias cosas: por un lado estar incomunicada, así que no podría avisar a mi familia de que había aterrizado sana y salva, lo que llevaría a mi madre a pensar que mi avión había sido secuestrado o que había sido víctima de un ataque nuclear. Por otro lado, no podría tomar el tren de camino a Aberdeen porque para recoger el billete en la estación necesitaba un código que no había escrito en un papelito, como manda la tradición, sino que lo anoté en el móvil. Pues eso, lo que se dice interminables. Una vez en tierra, sin incidentes a pesar de mi teléfono encendido, la azafata me pidió que dejara bajarse a todos los pasajeros y que me quedara en el avión. El ingeniero estaba de camino... Cuando todo estuvo despejado, el ingeniero habló con la azafata, me miraron, se miraron, y me dijero: "...baje del avión, vamos a llevarlo al hangar, donde desmontaremos el suelo, y una vez recuperemos su móvil se lo llevaremos al mostrador de facturación. Hable con la azafata de tierra..." Después de estas palabras lo tenía claro, no recuperaría el móvil a lo largo de esa tarde... La reacción de la azafata de tierra me lo confirmó: "... deje en el mostrador su nombre, dirección y teléfono de contacto, porque parece bastante improbable que recupere hoy su teléfono, madam...". No había recorrido ni 10 metros cuando la azafata de vuelo, la misma que había querido asesinarme con la mirada cuando le conté mi pequeño problemilla, salía corriendo del avión limpiando el agua de la pantalla de.... MI TELÉFONO!!! En ese momento me di cuenta de lo dependiente que soy de ese aparatejo y decidí que siempre llevaría conmigo una libretita con las cosas importantes apuntadas. Tengo que decir que lo he cumplido a rajatabla en el último año y me ha sido de gran utilidad, aunque nunca más he tenido que rescatar el teléfono de las entrañas de un avión.
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