Nos levantamos a las 6 de la mañana para que nos diera tiempo de desayunar antes de coger el taxi que nos llevaría al aeropuerto. Después de nuestra experiencia en Bangkok, teníamos miedo de llegar tarde y perder el vuelo, así que llegamos con muchísimo tiempo. El aeropuerto de Khon Kaen es peculiar. Muy pequeñito y sólo tiene vuelos domésticos, aunque tienen previsto ampliarlo e incluir algunos vuelos internacionales a países cercanos. Nuestro vuelo hacia Phuket hacía escala en Bangkok, así que hicimos una paradita para comprarnos un donut en Krispi Kreme, esta vez de pink strawberry cheesecake. Una vez que aterrizamos en Phuket, intentamos tomar un taxi que nos llevara hacia el barco que nos trasladaría hasta la isla donde habíamos reservado el hotel. Intentamos por todos los medios no sentirnos turistas y que alguno de los taxistas nos llevara hasta Bang Ron Pier poniendo el taxímetro en marcha. Uno de ellos nos dijo que sí, pero por el camino decidió no ponerlo y que nos cobraría 650 Baht por el trayecto. Al final, con paciencia y una sonrisa conseguimos que fueran 600 Baht, que por otro lado era un precio relativamente justo, teniendo en cuenta que la distancia que habíamos recorrido era bastante grande.
Una vez en el muelle tomamos un barco (speed boat) hasta la isla, Koh Yao Noi que nos costó 200 Baht cada una. Se supone que debía salir a las 14:00, sin embargo a las 13:30 embarcamos y pusimos rumbo hacia el paraíso.
Al llegar a la isla tuvimos que coger otro medio de transporte, el songthaew, que nos costó 100 Baht más a cada una... Acabábamos de aterrizar y ya habíamos gastado un montón de dinero sólo en transporte... si llegabamos al "resort" y no nos gustaba íbamos a darnos cabezazos contra la pared. La verdad es que nos sentimos un poco timadas, pero se nos pasó cuando llegamos a nuestra cabaña...
El hotel-resort-cabaña, como lo queramos denominar, se llamaba Thakhao Bay View Bungalow. Nos ofrecieron una habitación familiar en primera línea de playa por 1200 Baht o una pequeña, en segunda línea por 800. Evidentemente cogimos la grande, una cabañita con mucho encanto, con camas cómodas, baño propio y ventiladores. Muy recomendable en cuanto a relación calidad-precio. A partir de este momento voy a intentar expresar con palabras lo que experimenté los dos días que estuvimos allí, aunque creo que las imágenes hablan por sí solas...
Las horas transcurrieron tranquilas y reflexivas entre paseos por la playa, baños en un agua a 35ºC, exploraciones en kayak y muchas muchas fotos. Hacía meses que no sentía esa paz, esa sensación de que el mundo se había detenido, que las prisas, el ajetreo y el reloj habían desaparecido de mi vida. Hacía una eternidad que no disfrutaba de una comida con tanta conciencia. Si cierro los ojos aún puedo saborear aquellas maravillas y oler los aromas de la cocina tailandesa.
Esos dos días fueron increíbles, muchísimo mejor de lo que habíamos imaginado en todos los aspectos.
Después de experimentar aquellas espectaculares 48 horas ya estábamos preparadas para emprender de nuevo nuestro camino, esta vez rumbo a Chiang Mai....